jueves, 4 de noviembre de 2010

Sentir Haití de Cerca

Cuando tomé la decisión de escribir este artículo sobre Haití, la primera pregunta que me hice fue la siguiente: ¿qué escribir ahora sobre Haití, que no sepa ya nadie? Lo cierto es que las malas noticias, como las desgracias ajenas viajan rápido. Y en el caso de Haití, no solo las noticias sobre la catástrofe han viajado rápido, sino que al mismo tiempo, han hecho aparecer una legión de estudiosos, de conocedores sobre el país (la catástrofe hizo aparecer verdaderos haitiólogos). Era un país que no despertaba, o despertaba poco interés por una simple razón (por ser pobre). Pero desgraciadamente, esa única razón, es la que los actuales haitiólogos avanzan para ir a su rescate.

Al no tener muchas cosas que añadir que no sean conocidas sobre el caso haitiano, he pensado entonces aprovechar la oportunidad para decir algo a esa gran cantidad de rescatadores. En este caso, para ir al verdadero rescate, Haití debe verdaderamente sentirse. Ahora, ya no se trata de satisfacer un capricho pasajero mientras están los focos permanentes de TV sobre los haitianos y la desgracia que les ha tocado vivir. No vaya a ser que dentro de un cierto tiempo, Haití nos vuelva a ser ese mismo país lejano y desconocido.

El “realismo fantástico” de García Márquez nos confirma que en los países del Sur ocurren mecanismos (debido a la pobreza) que varios europeos observan con cierta reserva porque parecen alucinaciones. Muchas veces a los europeos les llegan algunas noticias que parecen tan increíbles, que si no ocurren desgracias como las de Haití, no despiertan de su letargo.

Está demostrado que ocurren esas desgracias que no distinguen países: tanto los países pobres como los ricos pueden ser víctimas de catástrofes, solo nos diferenciamos por las respuestas que encontramos a las catástrofes debido a que algunos tienen los medios y otros, no. Y alguien lo dijo de manera sabia: “los ricos también lloran”.

Y para los que creen y dicen que las miserias humanas sacan a relucir lo peor de las personas en situaciones extremas, lo ocurrido en Haití nos viene a demostrar lo contrario. Hemos sido testigos de esas redes sociales cibernéticas, de esos nuevos espacios que han florecido en los últimos tiempos para recortar distancias humanas a través de Internet, como una alternativa para la deshumanización de la sociedad actual. La catástrofe parece haber unido a la humanidad que ahora ve unos niños que trabajan en vez de estudiar. Porque eso constituye el otro problema del país: es un país muy pobre, sin embargo, 80% de sus niños tienen que acudir a escuelas privadas porque el Estado no les garantiza una educación como debe ser. Esa situación obliga a los que no pueden acudir a las escuelas, ponerse a trabajar desde temprana edad.


La reconstrucción de Haití debe hacerse por los propios haitianos (sobre todo sobre sus jóvenes, como ese niño con su ladrillo en la cabeza), que necesitan una ayuda sostenida del exterior. Foto: Reuters

¿Y, qué ha cambiado en Haití para que ahora fluya la solidaridad? Recordemos que Haití ha venido sufriendo y resignándose de un tremendo olvido; ese país incluso parecía ser olvidado por muchos de sus vecinos latinoamericanos y caribeños. Cualquier pretexto valía para no acudir a la ayuda de su población que sin embargo la pedía a grito. De esta manera, algunos hablaban de un país no democrático, corrupto, sin ley y donde reinaba la violencia, un país donde pululan las enfermedades tropicales, etc. Algunos, incluso han llegado a hablar de los males de Haití, un país cuyos males son tan endémicos que Gerry J. García caracteriza de la siguiente forma: “La historia de Haití resume todos los males del mundo, todos los males del hombre, toda la esencia de la caja de Pandora abierta en la primera mitad del siglo 16”.

Los hechos están ahí, imposible de negar, pero fabricar un queso tiene su proceso. Para llegar a esa conclusión tan catastrófica, de varias causas, hay que saber compartir responsabilidades. Por eso el propio Gerry J. García concluye: “Haití no existe más que a partir de una conveniencia política, resultado de las pugnas entre las naciones europeas que se disputaban las promesas económicas del nuevo mundo”. Hablar de un país olvidado es no tener en cuenta entonces esa “conveniencia política”, que hace varios intereses opuestos se discuten tanto a nivel interno, como en el exterior.

En el mismo sentido, habla Ignacio Ramonet de “países empobrecidos” como el caso de Haití, porque si el país pudo tener “dictadores” o dirigentes que pudieron empobrecerlo mediante la cleptocracia, la ayuda para mantenerse en el poder siempre había tenido que llegar del exterior. Fue el caso específico de Jean Claude Duvalier, que pudo suceder a su padre en la presidencia del país con solo 20 años de edad y con el apoyo de los Estados Unidos cuyo único objetivo era el control sociopolítico y económico del país caribeño. Duvalier dirigió el país desde 1971, hasta 1986; y no solo lo hizo con manos de hierro, pero pudo amasar una gran fortuna que pudo guardar en bancos suizos, mientras lleva a cabo su exilio apacible y esplendoroso en Francia. De hecho, es lo que le permite ahora prometer una hipotética ayuda de ocho millones de dólares a su país, de su cuenta bloqueada en Suiza. En pocas palabras, podemos decir que las malas condiciones del país, vienen de lejos. Solamente, hacen un gran honor a un dicho popular que reza: “Solo cuando se retira la marea, se descubre al que nadaba desnudo” (con las dificultades se sabe a los que se han arriesgado de manera desconsiderada).

La mayoría de los haitianos vivía el riesgo. Afortunadamente, aunque sea en menor medida, el país recibía la ayuda de todos los que se sentían cercanos a esos seres que parecían invisibles. De ahí la necesidad de continuar y expandir esa labor de sentirse cercano. Sentirse cercano es aprovechar cualquier pretexto para ser solidario con Haití, olvidando así el anterior modelo que aislaba al país alegando pretextos absurdos. Para entender mejor, digamos que mientras para algunos aislar a Haití ha sido la solución por su atrevimiento al ser el primer país en independizarse, para otros, ha sido una razón para acercarse al pueblo haitiano por su valentía que le ha enseñado el camino de la independencia a otros pueblos (sobre todo de raza negra), demostrando que es posible liberare. En su caso, los haitianos han demostrado que es posible liberarse de la esclavitud, y luego ser el primer país en tener su independencia en América Latina.

Por eso a pesar de la distancia, los africanos nos sentimos más cerca de Haití, pudiendo encontrar varias razones para nuestro acercamiento. En Benín por ejemplo, todo el pueblo se siente orgulloso del libertador haitiano Toussaint Louverture cuyo abuelo se dice es originario de una región del entonces Dahomey (nombre antiguo de Benín). Su empeño para ayudar a Haití se ha incrementado después de la catástrofe. Ya en el año 2008, los dos países pertenecientes al club de los PMA (Países Menos Avanzados), han subrayado la necesidad de cooperar y adaptarse en las condiciones del actual mundo dominado por el mercado. Como resumen de ese encuentro, el señor Jean Rénald Clérismé, Ministro de Asuntos Exteriores de Haití decía a su homólogo de Benín: “Estamos llamados a planificar el desarrollo de nuestros países, enfrentando los problemas derivados del cambio climático, las catástrofes naturales, la subida vertiginosa de los precios del petróleo, mientras la ayuda proveniente de los países ricos disminuyen”.

Otras razones (racial, lingüística, etc.) son percibidas por otros africanos. Sin embargo, cada decisión que se tome para ayudar a Haití debe ser bien pensada porque tiene que ser viable y sostenible. Una buena decisión tomada hoy para ayudar a los haitianos, puede ser muy perjudicial mañana, y quizás para ambas partes. Así por ejemplo, la propuesta del presidente senegalés de trasladar una parte de los haitianos a África debe ser bien estudiada, porque:
• Países como Liberia han conocido un proceso parecido con los descendientes de esclavos retornados de Estados Unidos, que ha permitido la independencia del primer país de la región. Al principio todo parecía ir muy bien hasta que el país se vio envuelto en dos guerras civiles (1989–1996) y (1999–2003) cuya principal causa fue el enfrentamiento entre los llamados “autóctonos” y los “retornados”.
• Los mismos enfrentamientos tribales en África, dificultarán la ocupación de las tierras. ¿Habrá algún país ahora dispuesto a ceder algunos kilómetros cuadrados de sus tierras?
• Finalmente, como recién llegados, ¿cómo serán tratados por los autóctonos que también carecen de todo, lo que les obliga a emigrar?

En resumen, el caso haitiano nos obliga a estar más cerca unos de otros, porque somos tan parecidos, aunque no lo parezca. Es mejor prevenir que tener que lamentar. Es un dicho conocido por todos, incluso en Medicina. No esperemos que les pase a otros países lo de Haití, para venir a su rescate. Eso significaría una banalización de la cooperación.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Una Cosa no Excluye la Otra

Que África sea el continente más pobre es una realidad conocida por todos, por ser una versión de la realidad que se repite hasta la saciedad. Y en este caso, lo repetido varias veces se queda como la única verdad: parece ser que todo lo que hay que decir sobre África tiene que ser malo para ser creíble. Eso lo saben los africanos que ven imágenes de niños hambrientos representando lo que dicen otros, es la realidad de todo un continente. Así, algunos lo sufren silenciosamente y otros piensan en cómo revertir la situación. Quieren que se sepa que en África no solo hay hambre, pobreza, enfermedades, guerras, analfabetismo, etc. Quieren que se sepa que no existe una sola verdad sobre África, sino varias verdades que cada uno puede interpretar a su manera.
No se sabe con qué intención por ejemplo, pero en el siglo XXI, hay quienes van diciendo que países africanos no tienen ministerios de sanidad, de educación, por ejemplo. Aunque sí podemos desvelar la intención; se trata de mover conciencias sobre las malas condiciones que vive el continente, para poder acudir a su ayuda. Pero en realidad, para ayudar a alguien ¿solo hay que resaltar sus miserias? ¿No será mejor hablar también de sus capacidades para no limitar la ayuda en una simple migaja?

Hace poco, unos africanos que están viviendo en Europa han decidido publicar imágenes placenteras de su país con el objetivo de mostrar su otra realidad. Sabían que muchos no les iban a creer, y su sospecha no tardó en demostrar su fundamento ya que empezaron a recibir mensajes cuestionando la veracidad de dichas imágenes. Pero más les llamó la atención el mensaje de una “amiga” que dice conocer su país, y que propone no publicar esas bellas imágenes, sino las que ya conoce todo el mundo. Es como vetar la publicación de imágenes de “callejeros” (donde se suelen ver imágenes del Tercer Mundo dentro del Primer Mundo) porque no representan la realidad de España.

Nuestro Mundo está hecho así, de bellezas, pero también de imperfecciones. Ignorar esta realidad obliga a recurrir a maquillajes innecesarios para aparentar, para querer esconder nuestras miserias. Desde mucho tiempo atrás, y más en el actual tiempo de globalización, tendemos a parecernos los unos a los otros. De esta manera, algunos más pequeños intentan hacerlo todo para estar en el club de los grandes, aparentando y olvidando los límites de sus capacidades. Muchos africanos por ejemplo, piensan que seguir utilizando un teléfono fijo es sinónimo de atraso, mientras los occidentales que están a la vanguardia de la tecnología no tienen esa visión de las cosas. De hecho, aquí las llamadas entre fijos son los más baratos.

Para reforzar la uniformidad de nuestra supuesta manera de ver y aceptar las cosas, en casi todos los ámbitos, surgen iniciativas para transformar las caras de nuestros pueblos; porque de esta manera, ni los responsables locales, ni los dirigentes de organismos internacionales tendrán remordimientos.

Por eso, en el plano social por ejemplo, hablamos ahora de los Objetivos del Milenio (ODM), a través de los cuales estamos aconsejando, sino exigiendo la necesidad de eliminar de aquí a 5 años una pobreza provocada por las desigualdades que venimos arrastrando desde mucho tiempo atrás. Y contrariamente a lo que se puede pensar, es posible que vatios gobiernos maquillen sus resultados para poder alcanzar esos objetivos, mientras las condiciones de vida de los pueblos sigan iguales, o peores después de la evaluación. Porque ya casi todos habremos interiorizado que nuestros países enfrentan el reto de promover políticas sociales y económicas que nos permitan reducir los niveles de pobreza. De esta manera, los dirigentes aprenderán a utilizar palabras dulces que les caigan bien en los oídos de sus conciudadanos, tales como emergencia, transición, innovación, etc. Mientras, seguirán manteniendo la esencia del sistema que conduce al enriquecimiento de unos cuantos y a la pobreza de la mayoría de la sociedad.

En el plano político, seguiremos escuchando las bondades del multipartidismo, de la democracia representativa para nuestros pueblos. Mientras, nadie se encargará de decirnos que al único camino donde nos quieren llevar es al que permite que los grandes intereses de los poderosos sigan prevaleciendo.

Por todo ello, debemos ser capaces de indagar sobre las distintas oportunidades que se nos presenten. ¡Hasta ahora, nada se ha dicho! No existe una sola verdad. Lo mismo que sabemos que lo cortés no quita lo valiente, también sepamos que una cosa no excluye la otra.

Una Cosa no Excluye la Otra

Que África sea el continente más pobre es una realidad conocida por todos, por ser una versión de la realidad que se repite hasta la saciedad. Y en este caso, lo repetido varias veces se queda como la única verdad: parece ser que todo lo que hay que decir sobre África tiene que ser malo para ser creíble. Eso lo saben los africanos que ven imágenes de niños hambrientos representando lo que dicen otros, es la realidad de todo un continente. Así, algunos lo sufren silenciosamente y otros piensan en cómo revertir la situación. Quieren que se sepa que en África no solo hay hambre, pobreza, enfermedades, guerras, analfabetismo, etc. Quieren que se sepa que no existe una sola verdad sobre África, sino varias verdades que cada uno puede interpretar a su manera.
No se sabe con qué intención por ejemplo, pero en el siglo XXI, hay quienes van diciendo que países africanos no tienen ministerios de sanidad, de educación, por ejemplo. Aunque sí podemos desvelar la intención; se trata de mover conciencias sobre las malas condiciones que vive el continente, para poder acudir a su ayuda. Pero en realidad, para ayudar a alguien ¿solo hay que resaltar sus miserias? ¿No será mejor hablar también de sus capacidades para no limitar la ayuda en una simple migaja?

Hace poco, unos africanos que están viviendo en Europa han decidido publicar imágenes placenteras de su país con el objetivo de mostrar su otra realidad. Sabían que muchos no les iban a creer, y su sospecha no tardó en demostrar su fundamento ya que empezaron a recibir mensajes cuestionando la veracidad de dichas imágenes. Pero más les llamó la atención el mensaje de una “amiga” que dice conocer su país, y que propone no publicar esas bellas imágenes, sino las que ya conoce todo el mundo. Es como vetar la publicación de imágenes de “callejeros” (donde se suelen ver imágenes del Tercer Mundo dentro del Primer Mundo) porque no representan la realidad de España.

Nuestro Mundo está hecho así, de bellezas, pero también de imperfecciones. Ignorar esta realidad obliga a recurrir a maquillajes innecesarios para aparentar, para querer esconder nuestras miserias. Desde mucho tiempo atrás, y más en el actual tiempo de globalización, tendemos a parecernos los unos a los otros. De esta manera, algunos más pequeños intentan hacerlo todo para estar en el club de los grandes, aparentando y olvidando los límites de sus capacidades. Muchos africanos por ejemplo, piensan que seguir utilizando un teléfono fijo es sinónimo de atraso, mientras los occidentales que están a la vanguardia de la tecnología no tienen esa visión de las cosas. De hecho, aquí las llamadas entre fijos son los más baratos.

Para reforzar la uniformidad de nuestra supuesta manera de ver y aceptar las cosas, en casi todos los ámbitos, surgen iniciativas para transformar las caras de nuestros pueblos; porque de esta manera, ni los responsables locales, ni los dirigentes de organismos internacionales tendrán remordimientos.

Por eso, en el plano social por ejemplo, hablamos ahora de los Objetivos del Milenio (ODM), a través de los cuales estamos aconsejando, sino exigiendo la necesidad de eliminar de aquí a 5 años una pobreza provocada por las desigualdades que venimos arrastrando desde mucho tiempo atrás. Y contrariamente a lo que se puede pensar, es posible que vatios gobiernos maquillen sus resultados para poder alcanzar esos objetivos, mientras las condiciones de vida de los pueblos sigan iguales, o peores después de la evaluación. Porque ya casi todos habremos interiorizado que nuestros países enfrentan el reto de promover políticas sociales y económicas que nos permitan reducir los niveles de pobreza. De esta manera, los dirigentes aprenderán a utilizar palabras dulces que les caigan bien en los oídos de sus conciudadanos, tales como emergencia, transición, innovación, etc. Mientras, seguirán manteniendo la esencia del sistema que conduce al enriquecimiento de unos cuantos y a la pobreza de la mayoría de la sociedad.

En el plano político, seguiremos escuchando las bondades del multipartidismo, de la democracia representativa para nuestros pueblos. Mientras, nadie se encargará de decirnos que al único camino donde nos quieren llevar es al que permite que los grandes intereses de los poderosos sigan prevaleciendo.

Por todo ello, debemos ser capaces de indagar sobre las distintas oportunidades que se nos presenten. ¡Hasta ahora, nada se ha dicho! No existe una sola verdad. Lo mismo que sabemos que lo cortés no quita lo valiente, también sepamos que una cosa no excluye la otra.

martes, 22 de junio de 2010

Un Día más con las Relaciones.

La semana pasada, estuve hablando sobre el “Acuerdo de Cotonú”, y la necesidad de información sobre lo que se está realizando en el campo de la cooperación internacional. Soy de los que opinan que no se puede querer algo que no se conoce; de hecho, el desconocimiento nos conduce a tener prejuicios, a tener miedo. Algo que sirve para la cohesión de los pueblos, tanto a nivel nacional, como a nivel internacional.

Utilizando términos empresariales que podemos aplicar a Asociaciones y ONGs (por los proyectos que cada uno de nosotros puede tener, o por la influencia de esos proyectos sobre nosotros), nuestra visión sobre ellas, es que el mero hecho de comunicar significa que existen. Para muchos de sus representantes, comunicarse con su público significa atender el teléfono, enviar mensajes, insertar sus anuncios en los medios de comunicación. Sin embargo, todo eso no significa comunicar, sino transmitir sus mensajes. De hecho, si nos damos cuenta, se trata de enviar mensajes en un solo sentido; sin muchas veces tener la respuesta del destinatario. Desgraciadamente, en algunos casos, todas estas artimañas se utilizan para hacer creer que se atiende a todo el mundo de manera democrática. Una manera democrática que solo tiene una definición resumida en los siguientes términos: “te dejamos opinar, incluso te escuchamos y recogemos tus opiniones; pero las decisiones, las tomamos nosotros”.

Existe entonces una gran diferencia entre la información y la comunicación. Se informa trasmitiendo la información en un sentido, mientras en la comunicación, se contempla un destinatario del mensaje que tiene que enviar su respuesta. Sin la respuesta del destinatario, no podemos hablar de comunicación; pero tampoco hablamos de comunicación si no se toma en cuenta la opinión del destinatario.

La realidad vivida hasta ahora demuestra que no parecen útiles las decisiones a favor de la comunicación. La comunicación persigue una conversación con los destinatarios de los mensajes, conocer la utilidad de los mensajes, mejorar las decisiones para la satisfacción de todos.

Esta situación ya es conocida y admitida desde las ciencias sociales y diplomáticas donde se piensa en un verdadero cambio de las relaciones. En nuestras relaciones sociales nos permite un entendimiento, una empatía con el “otro” que seguramente dejará de ser alguien del que se tiene miedo. De la misma manera, en las relaciones internacionales, permitirá un mejor respeto entre países respetando la dignidad de cada pueblo (grande o pequeño). Un sueño, que debido al optimismo que nos caracteriza es realizable.

Pero para llegar a ello, es imprescindible una concienciación a nivel individual. Que cada uno sepa que puede contribuir al desarrollo humano, que es fácil ser héroe para alcanzar este objetivo. Solo falta difundir las grandes obras realizadas por el hombre, para que comprendamos que en cada uno de los seres humanos, hay un héroe: los considerados héroes hoy, hacían solo lo que podían hacer un ser humano. Por eso, es de ley reconocer que hace tiempo que se viene tomando conciencia tanto a nivel social como en las relaciones internacionales, que es tiempo de actuar. Así por ejemplo, se ha venido haciendo un juego de palabras con la denominación del grupo U2, pronunciandoyou too” (“tú también” en inglés), para decir que cada uno es capaz de contribuir al cambio. Más divulgación de las realizaciones, inspiraría a muchos.
Es que en realidad, el hombre es capaz de todo. Por ello, debe utilizar su genio para algo útil para la sociedad, dejando atrás su egoísmo.

En el siglo XXI, es tiempo de encontrar el justo intermedio que existe entre las ciencias de las que hacemos gala, para fines benéficos de la actual sociedad. Imaginar no puede ser el único objetivo, porque aprender sin pensar, es aprender sin comprender. Como lo ha confirmado desde tiempos muy tempranos el francés Rabelais: “ciencia sin conciencia es ruina del alma”.

miércoles, 9 de junio de 2010

El Acuerdo de Cotonú




Algo que no pude subrayar hoy durante la Jornada sobre África (África Vive), fue la necesidad de llevar a cabo una gigantesca labor de información, de hacer énfasis en todas las partes positivas de la cooperación que se estén llevando a cabo entre la Unión Europea y este gran continente.
Cuando Eduardo mencionó la Convención de Lomé y el Acuerdo de Cotonú, damos por hecho que el público está informado sobre el tema, pero no es verdad.
El Acuerdo de Cotonú entre la Unión Europea y los Estados de África, Caribe y Pacífico (ACP) fue firmado en junio de 2000, después que expirara el Convenio de Lomé. Se trata de un convenio firmado para 20 años, pero que se debe revisar cada 5 años, entre los 79 Estados ACP y los 27 de la UE. Este acuerdo entró en vigor en 2003. Mi humilde experiencia me dice que la labor informativa sobre el tema es mímima, debido a que al hablar de “Acuerdo” estamos comprometiendo no solo a nuestra generación, sino también a la futura.

En efecto, antes de su firma, hubo un largo período de negociaciones (1998-2000), para buscar otro sitio que pudiera sustituir el agotado “Lomé IV (bis)”. Esta suerte le ha podido tocar a un pequeño y lejano país del Pacífico. Pero después de un acontecimiento desfavorable en el país, la decisión de la firma del acuerdo se ha debido trasladar hacia Cotonú. Entonces, yo vivía en La Habana. Y fue razón suficiente para que el que era jefe de la misión diplomática de Benín me propusiera que le ayudara a la difusión de la información, sobre todo en la universidad. Para él, se trataba de un “éxito de la diplomacia de Benín”

Al contrario, al principio para mí, todo eso me parecía inútil. Pero con el tiempo, me dí cuenta que era algo útil, ya que he tropezado con gente que no conocía ni de la existencia de los ACP. Eso fue allá en un país del Sur, pero aquí también ocurre algo parecido. Qué gusto me daría contestar a los que aseguran no conocer si Benín es un país, que se trata del país en cuya capital económica, Cotonou, se firmó este importante acuerdo. Por eso lleva su nombre: ¡Acuerdo de Cotonú!
Pero también, fue importante para mí porque fue mi primera experiencia de ser un “diplomático de a pie” con diferencia a los de oficina, y también, un “voluntario en Cooperación Internacional”.