¿Crisis: aceptar o resignarse?
Frente a las distintas situaciones (sobre todo en tiempos de
crisis) que afectan nuestras vidas, no es difícil topar con cierta confusión
entre lo que es la aceptación y la resignación. Es que mientras la aceptación
implica una cierta normalidad y una posibilidad de búsqueda de nuevas vías, la
resignación implica la incapacidad, supone tolerar esas situaciones que parecen
inevitables.
Nos resignamos, cuando renunciamos desde el principio a
buscar soluciones que quizás pueden permitirnos llevar a buen puerto, nuestras
cargas, nuestras dificultades.
Mientras, olvidamos que la aceptación nos conduce a enfrentar
la realidad, permitiéndonos ver las cosas, los problemas, en las distintas
formas en que se nos presenten.
Permítanme que pueda subrayar “las distintas formas”, porque
el siguiente ejemplo que quiero tomar se refiere a la mujer. Quisiera de esa
manera, no solo homenajear a la mujer, sino también que las distintas formas de
crisis se interrelacionan, y afectan a la sociedad en su conjunto, aunque finalmente,
todo ocurra a distintos grados. Es mi manera de ver que cuando los temas se
abordan desde una perspectiva de género, es posible encontrarles ciertas soluciones
a problemas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Concretamente, quiero referirme a la francesa Denise Desjardins,
considerada como una especialista de la tradición hindú, por haber sido junto a
su marido Arnaud Desjardins, discípulos del indio Swami Prajnanpad. Su encuentro ha permitido a Denise Desjardins,
comprender que la aceptación constituye un modo de vida que conduce a la
serenidad. Pero descartando todo tipo de confusión, ella se encarga de subrayar
que “aceptar no significa resignarse”.
Esa afirmación de Denise Desjardins, fue analizada por otra
mujer (Isabelle Yhuel), que ha tenido en cuenta otra de sus afirmaciones: “De
niña, estaba ya en rebeldía”.
Isabelle Yhuel a su vez, es una periodista que ha
colaborado en temas de psicología, en la revista Psychologies Magazine. Pero debido
a su compromiso con las temáticas de las mujeres, ha escrito varios libros
relacionados con la sexualidad, las relaciones madre-hija, además de la
psicología.
En su análisis sobre la vida de Denise Desjardins, Isabelle Yhuel
nos plantea la siguiente disyuntiva: si después de abogar por la aceptación de
la existencia, ¿es posible entretener siempre esa relación con la vida?
Y a esa pregunta, Denise Desjardins le contestó
rotundamente que no, porque siendo todavía niña, se rebelaba contra: el modo de
vida burgués de su familia, sus rituales religiosos (que consideraba sin
sentido), su madre (ama de casa que no representaba el modelo que ella
pretendía seguir; o como decir lo mismo, “representaba todo lo que ella quería
huir”).
Por eso más tarde, cuando le empezó
a contar sus dificultades a Swami Prajnanpad, y que cada vez que el maestro le
recomendaba la “aceptación”, ella no soportaba esa palabra, a tal punto que un
día le dijo a su maestro lo siguiente: “La
aceptación es una debilidad, significa una abdicación, una débil resignación,
una demisión, un fracaso. Pero encima, la aceptación impide cualquier progreso.
Entonces, no me proponga que acepte, ¡nunca lo voy a poder!”.
Y la respuesta del
maestro fue la siguiente: “Aceptar me permitiría
dejar de estar en conflicto con todo el mundo y conmigo misma, y que mis actitudes
negativas no me conducían ni a la serenidad, ni a la felicidad. Añadió también
que la aceptación bien comprendida podía ser completamente dinámica”.
Esa
explicación le permitió a Denise
Desjardins sacar su propia
conclusión, reconociendo así, que la aceptación no rima absolutamente con la
resignación. Y que en la actualidad, para ella, la resignación obliga a soportar
la situación a pesar de ser infeliz.
Pero en todas
palabras, ¿dónde está la diferencia entre la aceptación y la resignación? La diferencia
está en que:
·
Detrás de
la resignación, podemos encontrar un “no” interior, que esconde una manera de
posicionarse como víctima.
·
Mientras
que detrás de la aceptación, consentimos de manera serena, situaciones contra
las que no podemos hacer nada. Por eso al aceptar, decimos que “sí” a la
situación que no podemos cambiar en un primer tiempo, pero que posteriormente podemos
cambiar, porque forma parte del juego de la existencia.
Por mi parte,
“No hay mal que dure cien años; ni cuerpo que lo aguante”. Ese dicho popular ha
funcionado para muchos, en otras latitudes. Solo nos queda pedir salud y larga vida.
Pero en todo caso, no quedarnos con los brazos cruzados.
https://youtu.be/BiPwCMlghhQ