domingo, 1 de enero de 2012

Otras Noches Viejas

Siempre que se acercan las festividades de fin de año, aparecen personas con la curiosidad de saber cómo se celebra la Noche Vieja allá o acullá. Puede que no nos demos cuenta, pero dentro de esa diversidad de celebraciones, existe una unicidad en los actos ya que hace tiempo que existe el afán de consumismo, agudizado con la globalización. Como la San Silvestre (Saint-Sylvestre en francés) se resume en despedir el año que se acaba para recibir uno nuevo, la tendencia casi generalizada es la de querer pasar un nuevo año mejor que el anterior. Que hayamos tenido un buen año, o no. Y aunque sabemos que no existe la perfección, cada uno de nosotros tiene la intención de tener, junto a los seres queridos, un año de: felicidad, de prosperidad de salud, de larga vida, etc.
Sin embargo, una cosa es el deseo que tenemos, y otra cosa es su cumplimiento. Por eso, en ocasiones, nos invaden unos sentimientos contradictorios de alegría y tristeza, de seguridad y miedo, de optimismo y pesimismo. Esta mezcla de sentimientos contradictorios que se intensifica en tiempos de crisis, favorece a su vez todo tipo de supersticiones: en pocas palabras, muchas creencias religiosas se transforman en un paganismo consciente o inconsciente.
De esta manera, persiguiendo el cumplimiento de todos esos deseos, tanto a nivel global, como regional, local o personal, nos disponemos a ejecutar todo lo que nos planteamos como proyecto, a través de lo que consideramos “nuestra tradición”. Y digo “nuestra tradición”, porque da lo mismo que sea “nuestra” o de “otros”, si de lo que se trata es triunfar. Como ejemplo, algunas personas han cambiado sus hábitos alimenticios comiendo pavo porque “es lo que se come en Estados Unidos”, sin tener en cuenta la diversidad que caracteriza ese gran país. Por eso, queremos comer, vestirnos, comportarnos, etc., según lo que consideramos puede favorecer el cumplimiento de nuestros deseos. Pero, si nos ponemos a averiguar lo que llamamos nuestras tradiciones, nos damos cuenta de que todo se resume en un consumismo descontrolado, desenfrenado, porque en muchos casos, lo religioso se traslado a un segundo plano, y nada tiene que ver con la religión que se practica. Veamos:
En países musulmanes como Túnez, Marruecos, Senegal, o Malí por ejemplo, la San Silvestre no tiene nada que ver con la religión, sino con el aspecto comercial que se sustenta en la publicidad. Pero su grado de aceptación no es el mismo en las grandes ciudades como en los campos. En esos países, los que se consideran más liberales se dirigen hacia discotecas, restaurantes, dispuestos a comer lo que hay que comer, y beber champán (una cosa es ser musulmán, y otra cosa es ser practicante); aunque la mayoría de los que celebran la San Silvestre lo hacen en familia, a través de sus platos favoritos: platos autóctonos, mariscos (como en España), pollo con patata, hasta un simple té. Lo importante es que a esa fecha, es difícil hacer la distinción entre practicantes de una u otras religiones, cuando algunos católicos se dirigen primero hacia sus iglesias, entre las 22 y las 24 horas, para luego dedicarse a sus distintas actividades.
La indistinción entre prácticas religiosas no es algo nuevo, ya que se trata primero de celebrar lo que empezó por el nacimiento del Niño Jesús (hijo de Dios para algunos, y Profeta para otros), nacido el 25 de diciembre en un sitio conocido como Belén por algunos, y como Bethlehem por otros. Luego, según las creencias, el niño fue bautizado (aunque ya mayor) el 1 de enero, siguiendo quizás la tradición musulmana según la cual el niño se bautiza al octavo día de su nacimiento.
Pero en otros países también musulmanes como Mauritania, lo normal es celebrar la San Silvestre en familia, ya que a las 24 horas todas las discotecas están cerradas, y después de esa hora, cualquiera puede ser arrestado por la policía. Aquí, hasta las actividades organizadas por los jóvenes pueden estar bajo control, prohibidas después de las 24 horas. En otros países, influyen más las razones políticas para enturbiar las festividades. Es el caso del Congo donde después de las elecciones consideradas de fraudulentas por algunos, los ánimos (pero sin olvidar también los bolsillos), no están para ninguna fiesta, aunque la costumbre es celebrarlo a lo grande.
Como podemos ver, las razones, muchas veces son diversas para celebrar el cambio de año. En Cuba por ejemplo, por coincidencia de fecha, o por casualidades de la vida, lo que se celebra mayoritariamente es el triunfo de la Revolución. Por eso algunos extranjeros muestran su extrañeza, y entre sus palabras se puede escuchar, “en mi país no se celebra así”, o “en mi país se celebra mejor”. Se pone de manifiesto el carácter consumista de la época, donde no sólo se quiere comer o beber una cosa u otra, sino también estrenar una prenda u otra. Se piensa que todo se hace mejor donde se cree que los medios están al alcance; de ahí que todos los pensamientos se dirigen hacia la familia, los seres queridos, etc. Más aun, en algunos países, después de garantizar la parte materialista del asunto, se decide mirar hacia la parte idealizada para satisfacer sus deseos sexuales. Y así, no importa que se tenga pareja o no, que se esté casado o no; lo importante es empezar bien el nuevo año, aunque sea engañando a la pareja.
Pero en realidad, lo importante es pasarlo bien, solo o con la gente deseada o querida, pensando en el resto del año, y en el otro nuevo año que ya está a la esquina. Lo importante es saber también que a pesar de todo, importan poco los medios de los que disponemos: pasará la noche de fiesta, y amanecerá dondequiera que hayamos pasado la noche, que hayamos dormido o no. Así, intentaremos de controlar las cuestas de enero que parecen instalarse, para todo el año. Mis mejores deseos de felicidad para todos, y para todas.