sábado, 18 de julio de 2015

Me lo habían dicho, pero no me lo había creído.



Me lo habían dicho, pero no me lo había creído.
Sin embargo, así hasta tan lejos puede llegar la crueldad del ser humano; así de horrible y vergonzoso terminó la vida del que fuera presidente de Liberia, Samuel Doe. Todo ocurrió el domingo 9 de septiembre del año 1990, yo, todavía más lejos del continente africano: en Cuba.
Como si la vida de un ser humano no valiera nada, Samuel Doe fue torturado durante aproximadamente dos horas, delante de las cámaras de TV, de algunos periodistas (incluso occidentales), y  de varios militares procedentes del Oeste de África, invitados para establecer el orden. Y mientras los militares justificaban su incapacidad e impotencia de actuación, debido a su neutralidad en el conflicto, otros lo hacían diciendo que Samuel Doe había muerto como había vivido.
Estamos entonces en presencia de un caso difícil de justificar. Si por un lado las fuerzas internacionales hablan de su neutralidad, ¿porqué han ayudado a eliminar a todos los hombres que acompañaban a Samuel Doe? Por el otro, sus enemigos   que dicen que se lo merecía, deben saber defender esa posición.
Por eso, es necesario recordar ahora a uno de sus enemigos acérrimos (Charles Talor) que se encuentra en La Haya, bajo el Tribunal Especial sobre Sierra Leona, esperando un veredicto sobre su participación en los hechos.
Pero lo cierto es que como ocurre en muchos casos parecidos, no serán juzgados todas las partes implicadas: las personas, las instituciones, y los países. Según Jeune Afrique[1], eran las 13:00 horas de aquel domingo 9 de septiembre de 1990, y los comandos del entonces presidente de Liberia resistían desde nueve meses, frente a los rebeldes de Charles Taylor y de Prince Johnson: “Habían sido bien entrenados (bien formados anteriormente), bien armados por los Estados Unidos. Y el miedo les servía de coraje: todos de la misma etnia que su presidente, habiendo masacrado a los liberianos de otras etnias, sabían que sus adversarios no les tenían reservado ningún regalo. Estarían asesinados. Pero estaban seguros de sí mismos: no dejarián a su presidente negociar con los rebeldes” (Jeune Afrique, 26 de septiembre de 2013).
Por otra parte, otros justificaban la presencia de los Estados Unidos, relacionándola con la fundación del país, y la clara división existente entre liberianos autóctonos, y sus hermanos, descendientes de esclavos liberados e importados desde Estados Unidos. De ahí el nombre del país que ya desde el año 1847 sería el del primero en ser independiente en África: Liberia, cuyo capital es Monrovia, y con la bandera muy parecida a la norteamericana, pero con una estrella solitaria. En ese caso, no se trataría entonces de un conflicto étnico que enfrentaría a varias etnias, sino de otro que enfrentaría dos bandos: el de los descendientes de los nacidos en el país, y el de los descendientes de los nacidos en el país, pero cuyos padres fueron esclavizados y llevados a Estados Unidos, aunque luego de ser liberados, fueron devueltos al país.
En efecto, desde aquel momento, ya estaba formalizada la división entre sus habitantes: que algunos por ser los autóctonos tienen más derechos, que los que provienen de Estados Unidos son más instruidos, con más poder y más libertad, etc.
Cuentan también que antes de esos horribles hechos, estuvo la actuación de un rebelde que le había quebrantado las piernas, con dos ráfagas de su Kalachnikov. A partir de ahí, se supo que Samuel Doe ya no era Presidente, sino un herido grave, que los rebeldes se encargaron de llevar en su coche.
Los terribles hechos ocurrieron después, al llegar a la sede militar de Bushrod Island, a 10 kilómetros de la capital, Monrovia. El objetivo era que confesara su fortuna, los números de sus cuentas bancarias, los escondites de sus allegados, etc.
De esa manera, se empieza a anunciar su captura, con la consiguiente alegría sádica de muchos de sus conciudadanos. Y luego de eliminar a toda su escolta, un rebelde le corta las dos orejas, mientras otro le hace cortes en la cara. Así empezó el interrogatorio.
Seguidamente, les quebrantaron los dedos de las manos y sus partes genitales. El objetivo no tardó en alcanzarse: Samuel Doe extenuado y con sus lágrimas que se confundían con la sangre decidió confesar los números de sus cuentas bancarias, los escondites de algunos de sus colaboradores, etc.
A pesar de que había tratado de esconder sus sufrimientos, él empezó a gritar; su cabeza decae y suspira. Todo indicaba que ya había muerto, pero un rebelde que no se lo creía, le tiró otra ráfaga en la cabeza.
Esos hechos que ocurrieron a finales del siglo XX, se están repitiendo en otras fórmulas, y bajo otras siglas en el siglo XXI, debido a la impunidad y las desigualdades que han caracterizado las relaciones internacionales.
Aunque me habían hablado varias veces sobre las orejas que le arrancaron a Samuel Doe, nunca me lo había creído, como ahora me resisto a creer las otras barbaridades que han salido a la luz, y de otras más que siguen ocurriendo en pleno siglo XXI.  

domingo, 12 de julio de 2015

El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano.



El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano.
Ese dicho, lo hemos escuchado varias veces, pero lo hemos podido experimentar el fin de semana pasado, con el caso de la tenista Garbiñe Muguruza Blanco, que jugó la final de Wimbledon, contra Serena Williams.
Nacida en Guatire, Estado Miranda, Venezuela, de padre vasco y de madre venezolana, Garbiñe Muguruza ha ocupado el primer plano de todas las noticias, pero sobre todo en España, el país que ha representado.
Algunos, simplemente se referían a ella como la española. Mientras, muchos otros entraban en detalles, para quizás reivindicar sus orígenes. Así, hemos podido escuchar: la “hispano-venezolana”, la “hispano-venezolana de origen vasco”, etc. Pero como mientras ocurría eso yo me encontraba en Donostia/San Sebastián, he podido escuchar también que se trataba de una hispano-venezolana de origen vasco, pero de raíces guipuzcoanas.
Garbiñe ja perdido el partido, pero ahí han quedado los elogios y los reclamos de quienes quizás nunca se habían preocupado por ella.
Así ocurre con el tema migratorio: pertenece a todas las partes cuando triunfas, pero de ninguna parte, cuando fracasas.
Por eso, solo queda mirar las cosas, desde el lado positivo, tomarlas con normalidad, y quizás pensar en tus pequeños éxitos individuales (que pueden ser duraderos), y no en el “gran éxito” (efímero) que los demás esperan de ti.
Solo queda tener los pies en la tierra. ¡La vida da muchas vueltas!
Buenos días, y buen inicio de semana.